No sabes cuánto te recordamos, bebé. No te puedes imaginar las veces que decimos tu nombre en voz alta. ¡Cómo pensamos en ti, papito mi rey! ¡Cómo se detiene nuestra respiración cada vez nos encontramos con tu legado! ¡Y eso ocurre con tanta frecuencia! Casi a cada rato, casi en cada instante. Te lo juro, buñuelito nuestro, en este país es imposible olvidarte. Estás en todo lo que vemos, en todo lo que hacemos, en todo lo que tenemos y en todo lo que nos falta. Cambiaste nuestras vidas para siempre. Cada uno de nuestros días, corazón, es una apasionada epístola para ti.
No sé si el tono de estas líneas se ajuste a lo que espera el jurado del certamen. Me refiero al concurso literario que, en estos días, ha empezado a promover el Instituto de Altos Estudios del Pensamiento del Comandante Supremo Hugo Rafael Chávez Frías. El tema es “Cartas de amor a Hugo” y, aunque se establece que es una competencia, no se dice nada sobre el premio. Quizás es para no ensuciar la esencia pura y romántica del galardón. Según un reciente estudio socioeconómico, el 96 por ciento de los venezolanos vive en situación de pobreza. El 79 por ciento en situación de pobreza extrema. Si tuvieran la oportunidad, en vez de cartas, tal vez solo escribirían un largo alarido.
No es de extrañar que, con la posibilidad de un nuevo proceso electoral en el horizonte y ante su escasa popularidad, el chavismo empiece a aceitar y a caldear nuevamente su industria del culto a la personalidad. El concurso es un detalle, pero también puede ser un indicador. Muy probablemente, a partir de ahora y hasta diciembre, cuando están previstas las elecciones parlamentarias para elegir a la Asamblea Nacional, Chávez comience a aparecer otra vez con más frecuencia en la retórica oficial. Nicolás Maduro y su banda necesitan restituir ese vínculo originario. Si hay elecciones, Chávez debe resucitar.
Quien invita a participar en esta jornada de alborozadas misivas al difunto líder es una institución adscrita al Ministerio del Poder Popular del Despacho de la Presidencia y Seguimiento de la Gestión de Gobierno. Las diversas fotos de promoción presentan a un Chávez casi en campaña: abrazando a una viejita, cargando a un bebé, corriendo tras unos niños… Y que el tema del concurso sea el amor solo confirma la carencia del gobierno de Maduro, la fragilidad de su liderazgo.
Tras la muerte de Chávez, con la caída de los precios del petróleo pero también con la caída del carisma, el chavismo se fue despojando de la política y terminó ejerciendo el poder a través de la violencia, de la represión y de la censura. Con el fallecimiento de su protagonista en la mitad, la autoproclamada “Revolución bolivariana” traza un recorrido que va del populismo a la dictadura. Porque el populismo es, primero que nada, una experiencia sentimental. El chavismo de hoy no tiene nada que proponer en ese sentido. Desde hace años, se mantiene por la fuerza. La única emoción que puede ofrecer la representa un muerto.
Pero el propio mito de Chávez también se ha desgastado. Es imposible no encontrar en toda la situación actual una relación causal con todo lo que hizo mientras estuvo vivo. La narrativa que sostiene que las sanciones de Estados Unidos son las responsables de la crisis socioeconómica que vive Venezuela es tentadora, tiene la potencia del melodrama: un David mulato y pobre enfrenta a un Goliat, blanco y ricachón. Sin embargo, se deshace con la simple información. La primera sanción del gobierno de Trump que afecta a Venezuela se firmó en marzo de 2018. Ya en ese momento, y desde hacía varios años, la economía del país había colapsado.
Pero sí hay quienes pueden escribirle una sentida y sincera carta de amor a Hugo Chávez. Su exenfermera Claudia Díaz, por ejemplo. Una militar que empezó como parte del equipo médico que atendía al entonces presidente, quien poco después la nombró tesorera de la nación. Díaz está siendo investigada por varios delitos, ha sido sancionada en Estados Unidos por participar supuestamente en un fraude cambiario por 2400 millones de dólares. Esta semana, además, ha salido a la luz pública una información que señala que es dueña de 250 lingotes de oro, valorados en 9,5 millones de dólares. Ella sí podría escribir una muy emocionada misiva: en el lugar de los acentos podría poner suspiros.
Pero no se trata, por supuesto, de un caso único, aislado, particular. Podrían nombrarse muchos otros más. Como el del teniente Alejandro Andrade, quien admitió haber recibido 1000 millones de dólares en sobornos. O como el de Rafael Ramírez, exministro de Energía y expresidente de la estatal petrolera, quien junto con otros funcionarios y el empresario Alejandro Betancourt, han sido señalados e investigados por haber montado un esquema de corrupción que le robó 4500 millones de dólares al país. Por no mencionar al propio Maduro y a varios de su entorno, denunciados por sus relaciones con redes de corrupción que han hecho crecer sus fortunas y sus privilegios. Son ellos realmente quienes están llamados a participar en el concurso de cartas. Son ellos quienes sí pueden redactar unas líneas enamoradas, llenas de agradecimiento y de ternura hacia el Comandante Supremo.
Los demás no pueden. La gran mayoría de la población está obligada a tratar de sobrevivir en el país que lidera por sexto año consecutivo el ranking de la miseria mundial de Bloomberg. Mientras sus compinches saqueaban a Venezuela, Chávez usaba la cursilería como herramienta política. “Amor con amor se paga”, solía decir. No sabes cómo y cuánto lo recordamos, papito mi rey.
Alberto Barrera Tyszka es escritor. Su libro más reciente es la novela Mujeres que matan.
Publicado en el New York Times